Algunas razones para adoptar una dieta plant-based

Algunas razones para adoptar una dieta plant-based

Alejandra Huerta Arreola

Hoy por hoy somos alrededor de 8,000 millones de habitantes en el mundo, y se calcula que para 2050 seremos casi 10,000 millones. Para satisfacer sus necesidades energéticas, cada persona debe consumir aproximadamente 2,500 kilocalorías de una variedad de alimentos que en peso equivalen más o menos a 1.5 kg de comida por día.

Desgraciadamente, en los últimos años, el drástico aumento en el precio de los alimentos ha intensificado la crisis alimentaria y el hambre ha crecido de manera alarmante. La FAO reporta que casi el 40% de la población mundial no tiene acceso a una dieta suficiente. Ante estos datos surge la inevitable pregunta: ¿cómo hacer para alimentar correctamente a la creciente población mundial sin destruir el planeta?

El deterioro ambiental es uno de los principales si no el mayor desafío de nuestro tiempo. Desde la variabilidad de los patrones de lluvia que amenazan la producción de alimentos, hasta el calentamiento global que incrementa el riesgo de inundaciones destructivas de gran alcance, los efectos de la actividad humana en el clima son devastadores y preocupantes. El aumento reciente en la temperatura ha sido el más rápido en la historia lo cual está provocando el deshielo en los polos y el aumento del nivel mar. Estamos acelerando la extinción de especies a 1000 veces su ritmo natural. Las emisiones de gases con efecto invernadero están en el mayor nivel de los últimos 650,000 años. Además de las consecuencias ambientales, el cambio climático tiene profundas repercusiones económicas y sociales tales como desplazamientos poblacionales, conflictos violentos derivados de la competencia por recursos naturales, aumento de la pobreza por incrementos en el precio de la comida, insuficiente acceso a agua potable y de riego, mayor incidencia de enfermedades relacionadas con el calor, entre muchas otras. Como siempre, las personas más pobres y los más vulnerables están siendo los más afectados por estos fenómenos.

Cuando pensamos en soluciones para el cambio climático, usualmente nos viene a la cabeza usar menos transporte dependiente de combustibles fósiles o generar menos basura, pero rara vez pensamos en nuestras elecciones alimentarias como una alternativa. Actualmente, la producción industrial de alimento está estresando el planeta al grado de ser la principal causa de emisiones de efecto invernadero, pérdida de biodiversidad y depleción de agua dulce. Por ejemplo, para la producción de un kilogramo de carne de res se requieren 16,000 litros de agua y se emiten 60 Kg de CO2eq, mientras que para un kilo de verduras se necesitan 300 litros de agua con una emisión aproximada de 2 Kg de CO2eq. La diferencia del impacto ambiental entre un producto animal y uno vegetal es muy grande. El consumo de pescados y mariscos no está exento de daño ambiental. Los oceanógrafos calculan que la devastación en los ecosistemas marinos es 150 veces peor que el daño en los ecosistemas terrestres, con pérdida de la mitad de las reservas de peces, y con las “zonas muertas” creciendo vertiginosamente.

¿Podrá haber una solución común para el calentamiento global, la extinción masiva, el hambre y la enfermedad?

Científicos de todo el mundo, entre ellos la comisión EAT-Lancet, formada por expertos globales para definir una alimentación que sea a la vez saludable para el humano y sostenible para el planeta parecen haber llegado a la conclusión de que sí hay una posible solución común: la adopción de una dieta basada en plantas. Esto no se refiere a una alimentación estrictamente vegetariana o vegana, sino a una dieta basada principalmente en alimentos de origen vegetal, tales como frutas, verduras, cereales enteros o integrales, tubérculos y leguminosas, y con poco o muy poco contenido de alimentos de origen animal tales como carnes, aves, huevos, lácteos, pescados y mariscos. Algunos le han llamado también “dieta flexitariana” haciendo referencia a que es casi vegetariana pero flexible.

¿Por qué disminuir el consumo de alimentos de origen animal?

Porque sí tienen mucho mayor impacto ambiental, rinden menos (es decir, requieren más recursos naturales para ser producidos) y porque los nutrimentos que proporcionan pueden ser sustituidos por alimentos cuya producción implica menor estrés ambiental o incluso beneficios para la tierra como es el caso de las leguminosas.

La evidencia de los beneficios de incluir alimentos de origen vegetal en la salud humana es también bastante consistente. Por ejemplo el consumo diario de fruta y verdura (al menos 200 gramos) se relaciona con menor riesgo de enfermedad coronaria, enfermedad vascular cerebral, cáncer y mortalidad por todas las causas. Los beneficios son mayores a un mayor consumo. Los cereales integrales por su parte se relacionan con menor riesgo de enfermedad cardiovascular y diabetes, además de ser importantes para la salud digestiva. Las leguminosas como el frijol y la lenteja son alimentos clave, ya que proporcionan bastante proteína, fibra, hidratos de carbono complejos y minerales. En general, los patrones de alimentación basados en plantas tienen beneficios importantes para la salud, disminuyendo el riesgo de las principales enfermedades crónicas y aumentando la longevidad. Prueba de ello son las llamadas “blue zones”, los 5 pueblos o ciudades con la mayor proporción de personas que alcanzan los 100 años, donde la población sigue patrones de alimentación principalmente a base de plantas.

Esta propuesta no pretende ser radical ni moralista, no es un “todo” o “nada”. La conversación sobre el consumo de animales hasta hace poco tiempo ha estado dominada por argumentos relacionados con los derechos de los animales y polarizando a la sociedad en dos grupos: vegetarianos versus carnívoros. Las opciones más “estrictas”, que excluyen por completo todo alimento animal son completamente respetables, seguras y saludables, sin embargo, un consumo moderado de alimentos animales al parecer sí tiene cabida en el propósito de mejorar la salud y salvar al planeta.

Por supuesto que lograr un cambio así requiere de un trabajo profundo, global e integral en los sistemas alimentarios, de acciones coordinadas de actores gubernamentales y de políticas públicas acertadas, dejando de subsidiar los alimentos “incorrectos” y apoyando la producción de los alimentos más saludables y sustentables. Pero dicho cambio debe estar emparejado con cambios en la demanda, derivados de una población con mayor conciencia y determinación.

Desgraciadamente, a nivel político no se está logrando la cooperación internacional necesaria y los conflictos bélicos recientes han retrasado los acuerdos para disminuir las emisiones. Pero a nivel individual y familiar sí que podemos empezar a tomar conciencia de cómo nuestras decisiones de consumo alimentario tienen efectos mucho más allá de la saciedad o el placer que puedan proporcionarnos.

Girar la dieta hacia lo vegetal es una de las principales acciones que podemos emprender para resolver el apremiante problema del cambio climático y además, mejorar nuestra salud.

Para más info visita: eatforum.org y fao.org

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