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¿Cómo tratar el síndrome metabólico en niños y adolescentes?

Alejandra Huerta Arreola

Síndrome metabólico:

El síndrome metabólico (SMet) es un grupo de factores de riesgo asociados a resistencia a la insulina con obesidad visceral, inflamación sistémica y disfunción celular como factores subyacentes. Es en realidad una condición que refleja un metabolismo celular alterado y que predice el riesgo de diabetes mellitus tipo 2 (DM2) y enfermedad cardiovascular (CV). En adultos existen varias definiciones claras de criterios diagnósticos, siendo las más utilizadas la del National Cholesterol Education Program’s Adult Treatment Panel III (ATP-III), la Federación Internacional de Diabetes y la Organización Mundial de la Salud.

Síndrome metabólico en niños:

En niños y adolescentes aún no existe un consenso de la definición diagnóstica, el significado clínico y la validez con la que se puede predecir el futuro riesgo CV y de DM2. Lo que sí se tiene claro es que cada vez es más común encontrarlo a edades tempranas y que se debe identificar y tratar oportunamente para reducir la morbi-mortalidad asociada.

Criterios diagnósticos:

Los criterios diagnósticos para población pediátrica adaptados del ATP-III consisten en presentar al menos 3 de las siguientes anormalidades:

Tratamiento:

El tratamiento se basa en lograr las recomendaciones de actividad física y modificar la dieta hacia un patrón más saludable, así como abordar farmacológicamente los componentes individuales alterados y comorbilidades como la hipertensión, la enfermedad de hígado graso no alcohólico, la apnea obstructiva del sueño y el síndrome de ovario de poliquístico.

Diagnósticos:

Recordemos que el SMet es un diagnóstico médico y al profesional de la nutrición lo que le corresponde hacer es aplicar el proceso de atención nutricia para identificar los diagnósticos nutricios y tratarlos con base en evidencia. Mediante la identificación de estos problemas nutricios particulares podremos hacer más eficiente el abordaje, enfocando la atención en las alteraciones en la ingestión, clínicas o conductuales/ambientales particulares del paciente. Algunos ejemplos de los diagnósticos que podríamos encontrar en pacientes con SMet serían los siguientes:

Intervención nutricia:

Una vez identificado el o los diagnósticos nutricios prioritarios, así como su etiología, signos y síntomas, corresponde planear la intervención nutricia, con sus objetivos, estrategias y plan de monitoreo. En este caso la entrevista motivacional está cobrando fuerza como una de las estrategias más recomendadas para el cambio de conductas, en un ambiente de aceptación y sin estigma de peso. Algunas de los comportamientos más importantes a modificar suelen ser la ingestión de bebidas azucaradas, la frecuencia en el consumo de ultraprocesados, las comidas fuera de casa, el tiempo en pantalla, el tiempo destinado a otras actividades sedentarias, la duración del sueño, las porciones de fruta y verdura al día, y por supuesto, los minutos de actividad física moderada a vigorosa.

¿Conductas alimentarias de riesgo?

Anteriormente se tenía la preocupación de que el tratamiento de la obesidad y sus comorbilidades pudiera colocar demasiada atención en el peso corporal, la forma del cuerpo y los hábitos alimentarios, pudiendo ocasionar conductas alimentarias de riesgo, pero la literatura ha refutado esta hipótesis. Aunque las dietas auto-impuestas sí implican un mayor riesgo de fluctuación en el peso y patrones desordenados de alimentación, la participación en programas estructurados y supervisados disminuyen los síntomas de desórdenes de la conducta alimentaria. La evidencia reciente apunta a que los beneficios de un tratamiento intensivo superan a los riesgos. La estrategia se denomina “tratamiento intensivo para el comportamiento y estilo de vida saludables” (IHBLT por sus siglas en inglés: Intensive health behavior and lifestyle treatment) y sustituye a los términos de “manejo de peso” y “modificación del estilo de vida”. Consiste en consultas cara a cara centradas en alimentación saludable y actividad física, involucrando a toda la familia, sumando al menos 26 horas en un periodo de 3 a 12 meses seguido de un monitoreo longitudinal hasta la adultez. Pueden llevarse a cabo en un formato grupal, individual o mixto y generalmente incluyen educación, orientación, y actividades físicas aeróbicas y anaeróbicas. Las sesiones para desarrollar competencias nutricias han demostrado ser más efectivas cuando incluyen preparación y degustación de recetas saludables.

Como siempre la prioridad debe ser la prevención a través del fomento de un estilo de vida activo y el cuidado de la nutrición materno-infantil, especialmente durante el período crítico que abarca los primeros 1000 días de vida. Pero una vez que el SMet ya se ha presentado, la evidencia es clara en cuanto a que un tratamiento temprano, intensivo e integral puede mejorar el pronóstico. En Nutrify tenemos las herramientas para que lleves tu tratamiento al siguiente nivel. Pide a tus pacientes que llenen su historia clínica con anticipación y aprovecha el tiempo de la consulta al máximo.

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